Un labrador anciano tenía varios hijos jóvenes
que se llevaban mal entre si, sin que fueran bastantes para avenirlos las
exhortaciones de sus padres. Un día les
congregó a todos y mandando traer una porción de varas, y haciéndolas un haz,
les preguntó cuál de ellos se atrevía a romperlo. Uno tras otro todos se esforzaron para
lograrlo, pero ninguno pudo conseguirlo.
Entonces el padre desató el haz y tomando las varas una a una les mostró
cuán fácilmente se partían, y enseguida les dijo:—De esta manera, hijos míos,
si estáis todos unidos nadie podrá venceros, pero si estáis divididos y
enemistados el primero que quiera haceros mal os perderá.
“El pueblo unido, jamás será vencido”. La
clase unida, jamás será vencida. Y sin
embargo, cuánto nos gusta pelear, discutir, ir cada uno a su aire. Señor, que
comprendamos la lección de esta mañana y seamos hombres y mujeres de unidad.
Une tú, Señor, al Norte y el Sur, para que terminen las diferencias.
Juntos será más fácil
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